¿Cómo sé que la adolescencia ha llegado?

¿Es normal que se encierre en su cuarto? ¿Es normal que me mire con cara de asco? ¿Es normal que haya bajado el rendimiento académico? ¿Es normal que no quiera pasar ratos conmigo? ¿Es normal que no me cuente nada? ¿Es normal que hable de esa forma? ¿Es normal que quiera dejar las clases de violín? ¿Qué es “lo normal” en esta etapa y cuándo debo preocuparme?

La adolescencia empieza a aparecer a partir de los nueve años. Como es natural en el desarrollo humano, no se produce para todas las personas de la misma forma, pero a partir de esa edad ya empezamos a notar los cambios físicos de la pubertad y se inician los cambios neurobiológicos, psicológicos, sociales y cognitivos que harán a parecer las conductas adolescentes más habituales. Podemos decir que cuando empezamos a observar todos estos cambios, ya estamos ante una persona adolescente

Sabemos que estamos ya entrando en la adolescencia cuando empezamos a observar ciertos cambios físicos: aumenta el crecimiento en altura y peso, detectamos el desarrollo de las características sexuales secundarias (crecimiento del vello púbico, los pechos en las chicas o el cambio de voz en los chicos…), cuando aparece el acné (síntoma de los cambios hormonales), cuando observamos que cambia su olor, aumenta la sudoración, también la masa muscular aumenta, se produce la primera menstruación en las chicas y la primera eyaculación en los chicos. 

También entenderemos que la adolescencia ha llegado cuando empecemos a observar el proceso de diferenciación para construir su autoconcepto y desarrollar su autoestima y su identidad:  reclaman privacidad en su cuarto, prestan mayor atención a su aspecto físico a través de comentarios o experimentando con la ropa o el pelo, muestran señales de egocentrismo (es temporal y a mí me gusta más llamarlo autoconsciencia),  empiezan a tener en cuenta las opiniones de sus iguales y a priorizar sus amistades por encima de la familia, dejan atrás amistades del pasado, cambian de actividades, manifiestan nuevos intereses, nos llevan la contraria o muestran opiniones distintas de las nuestras de forma enérgica… 

Los cambios y la intensidad en sus estados de ánimo serán también un gran indicador de que estamos ya en la adolescencia. Si observamos varios cambios en su estado de ánimo durante el día, que pasan de cero a cien en un segundo por un comentario que nos parece insignificante y muestran una reacción desproporcionada, si de repente todo lo que les pasa es muy importante y que no les dejemos hacer algo que pueden hacer en otro momento les causa una gran reacción de rechazo… El mundo emocional es apasionante en esta etapa y es protagonista por encima del mundo racional y reflexivo

Muchos de estos cambios pueden ponernos a prueba y provocarnos sorpresa, rabia o miedo. Es importante que no perdamos de vista que se trata de un momento de experimentación, de búsqueda y que, por lo tanto, lo que prueben ahora no tienen por qué permanecer. Evitemos señalar demasiado esos cambios para evitar que los adopten como parte de su identidad solo por oposición a nosotras. 

Es muy importante que desde que empezamos a notar esos cambios podamos acompañarlos ayudándonos de lecturas y profesionales (sexología, ginecología, medicina, educación, psicología, nutrición, dermatología, etc.), para brindarles la mejor información directa de fuentes fiables. Así evitamos que busquen en internet y se confundan. En esta etapa les cuesta mucho hablar con nosotras sobre ciertos temas, por eso debemos procurar que puedan hablar con otras adultas que sean referentes significativas y puedan proporcionarles ayuda e información cuando sea necesario. 

Ayudarlas a comprender todos esos cambios puede facilitar que transiten por ellos de la mejor forma posible. Si queremos que cuenten con nosotras para realizar esa tarea será imprescindible trabajar en cómo nos comunicamos con ellas en esta etapa, ya que las necesidades comunicativas adolescentes son diferentes a las de la infancia. También es básico que las ayudemos a entender la importancia de cuidar su alimentación, su cuerpo y su mente. Muchas veces esto no es fácil hacerlo nosotras mismas, por eso apoyarnos de otras personas adultas que tienen mayor autoridad para ellas que nosotras en estos momentos nos es de ayuda. 

También será necesario que busquemos ayuda para nosotras mismas porque muchas de las situaciones que se pueden producir pueden dejarnos sin recursos y hacernos sentir mal. Tira de tus amistades o de terapeutas en las que puedas confiar y así estarás siempre sostenida cuando pase algo que no esperabas o que te haga sentir emociones desagradables. Vas a tener que poner límites a muchas personas de tu entorno que queriendo ayudar van a hacer todo lo contrario y pueden hacerte sentir juzgada. La adolescencia es una etapa maravillosa, aunque muy desafiante para las personas adultas, así que toda ayuda es poca

En mi libro “El día que mi hija me llamó zorra”, (Almuzara, 2022)  y que ya va por su quinta edición, te cuento todos los secretos de la etapa y la mejor manera de situarte y acompañarlos. 

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Sara Desirée Ruiz

Educadora social especializada en adolescencia

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