No reconozco a mi hija. ¿Qué me he perdido?

Los cambios en el estado de ánimo, las caras largas, las contestaciones, la desobediencia se convierten a diario en una pesadilla para muchas familias con adolescentes. ¿Por qué se comportan así? ¿Qué es lo que ha cambiado si antes no pasaba nada de eso? ¿Hemos hecho algo mal? ¿Qué podemos hacer para que se comporten de otra forma? La adolescencia ha entrado en casa y lo que creíamos saber ahora nos genera dudas. Creíamos que lo teníamos todo controlado, que ya habíamos hecho gran parte del trabajo, pero nos damos cuenta de que algo falla porque ahora no funciona nada de lo que antes funcionaba y hacen cosas que antes no hacían. 

Les tenemos que repetir las cosas mil veces para que las hagan. No soportan que les digamos lo que tienen que hacer. Tienen respuesta para todo. No quieren hacer cosas con nosotras y si tienen que hacerlas su actitud no es la más agradable. No nos cuentan nada y nos mienten. Insisten en salir y pasar más tiempo fuera de casa que dentro. Les cuestan los estudios cómo nunca antes les habían costado. Están más pendientes de la ropa y de las redes sociales que de la familia y las obligaciones académicas.  

La adolescencia viene cargada de numerosas situaciones que nos desconciertan y nos hacen dudar de nosotras mismas. Pensamos que algo debemos haber hecho mal para que de repente nos contesten o nos lleven la contraria en todo. Para que nos lo pongan tan difícil y eviten pasar tiempo con nosotras. Muchas veces idenficamos como inadecuadas muchas de las cosas que son naturales en la etapa

La adolescencia es un período de transformación muy complejo en el que se producen cambios neurobiológicos, psicológicos, sociales y cognitivos. Cambia la manera de sentir el cuerpo, de sentir las emociones, de relacionarnos de entender el mundo… Toda transformación implica movimiento y desorientación. Por eso es tan impotante que nosotras no nos demos por vencidas cuando llega la etapa y hagamos lo posible por encontrar algo a lo que agarrarnos para que nuestra desorientación no les impida realizar las tareas evolutivas de la etapa.

Esta nueva situación puede aturdirnos y a menudo nos preguntamos: ¿Cómo puedo hacer que vuelvan a estar como antes? La respuesta es simple, que no sencilla: no se puede. No van a volver a ser peques porque nuestro desarrollo es evolutivo. Esto, aunque implica un duelo por ambas partes (ellas dejan de ser peques y nosotras nos damos cuenta de que se hacen mayores), también implica una maravillosa noticia: la adolescencia es temporal y si te ocupas en acompañarla puedes empezar a construir una estupenda relación para disfrutar de ellas ahora y cuando sean adultas. Además, puedes contribuir a que se desarrollen de la mejor manera posible y aprovechen todas las oportunidades que les brinda la etapa.  

Nos conviene entender que muchos de los cambios que experimentan nos desorientan a nosotras, pero también a ellas. Esos cambios pueden desencadenar reacciones emocionales muy intensas que no saben cómo manejar. Sienten la necesidad de buscar cosas nuevas, la curiosidad por descubrir el mundo adulto, pero también mucho miedo e incertidumbre por no ser capaces de hacer frente a lo que pueda suceder o a lo que se espera de ellas. Coexisten la demanda por ser tratadas como personas adultas y la necesidad de ser protegidas como lo eran en la infancia. Todo esto forma parte del proceso de hacerse adultas. Puede ser doloroso para todas las partes, pero es necesario para vivir una vida lo más satisfactoria posible. 

En este proceso de transición es natural que puedan abandonar personas o actividades que las habían acompañado en su infancia y que empiecen a relacionarse con personas y grupos nuevos, que prueben otras actividades y descubran nuevos intereses, valores, opiniones, formas de vivir… Aparecen sensaciones nuevas, la sexualidad, la intimidad o el amor, y se experimenta con el cuerpo. Todo esto les causa grandes impactos emocionales y nos necesitan cerca para ayudarlas a sostener lo que van experimentando en su camino de hacerse adultas

Como referentes adultas que las acompañamos y queremos que tengan la mejor vida posible, tenemos que entender que este nuevo momento de sus vidas es tan importante como el anterior y ser capaces de detectar y valorar sus nuevas capacidades adolescentes para que puedan desarrollarlas lo mejor posible. Es todo un reto para nosotras encontrar la armonía en el caos y la explosión de energía adolescente, pero es esencial para ellas disponer de nuestra mirada adulta para iluminar sus pasos

¿Cómo nos necesitan a su lado? Nos necesitan cerca, pero a una distancia prudente, prestando atención y cuidando de aquellos aspectos que todavía ellas no pueden cuidar. Esto es un gran reto porque necesitamos saber que estarán seguras y su necesidad de exploración, que debemos fomentar, muchas veces nos causa el efecto contrario. Pensamos que van a estar expuestas a innumerables riesgos, que les va a pasar algo malo, que no van a tomar las mejores decisiones… Todo esto les lanza el mensaje de que no confiamos en ellas y puede hacer mella en su autoestima y en nuestra relación

Es importante que podamos ayudarlas a reconocer sus habilidades y reforzarlas, así como que podamos ayudarlas a construir su identidad, que se desarrolla con gran fuerza en esta etapa, pero también es importante que les brindemos apoyo cuando se sientan inseguras, cuando se frustren, cuando algo les duela, cuando tengan miedo… El mundo adulto puede asustar mucho cuando eres nueva en él

En este momento del ciclo vital el cerebro está cambiando profundamente y es el causante de muchas de las conductas adolescentes que más nos llaman la atención. En el séptimo capítulo de mi podcast os cuento más sobre estos cambios porque, como adultas referentes que las acompañamos, saber esto nos ayudará a evitar que nuestras emociones nos secuestren y así dar una mejor atención a lo que les pasa. Usa el mantra: “no es personal, es cerebral” cuando notes que las conductas de las personas adolescentes de tu vida, tus amivis, te están alterando emocionalmente para recordarte que tú eres la adulta y que, aunque no lo parezca, te necesitan mucho

En mi libro “El día que mi hija me llamó zorra”, (Almuzara, 2022)  y que ya va por su quinta edición, te cuento todos los secretos de la etapa y la mejor manera de situarte y acompañarla. 

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Sara Desirée Ruiz

Educadora social especializada en adolescencia

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